Mourinho, y el micrófono que sufre sus arrebatos / EFE |
A los amigos mencionados aquí, a la cerveza y el agua
Que a nadie le duela lo que aquí se diga, tengan presente que no hay paramédico en la sala… Cada quien puede expresarse a gusto, siempre y cuando lo haga con respeto y refiriéndose al eje de este blog: el deporte. Formalismos Legales: Se sugiere la entrada con acompañante; se advierte que el lenguaje puede no ser apto para algún vástago y que la lectura debe ser posterior a las once pm., aunque prefiero los 9 pm.
Mourinho, y el micrófono que sufre sus arrebatos / EFE |
El campeón del Bob Hope Classic / Getty |
Los valores hemos olvidado / @PhylumCreativus |
Esos no son los modales del segundo al mando / AS |
Özil, fundamento merengue / EFE |
El hombre Gillette / Alexis Torrealba |
A mis amigos blaugranas…,
porque uno es merengue en las culés y en las blancas
“Nosotros estamos muy esperanzados con la llegada de Pep...”, me comentaba hace par de años durante mi primer día de clases en la universidad, cual portavoz culé, Willy Mckey, profesor de Literatura Venezolana y una de las personas que más me ha influenciado en mi vida. En aquel momento, yo no tenía mayor referencia de Guardiola, sólo sabía que había jugado en el Barcelona y poco más. Pero mi amigo Mckey, conocedor de la filosofía blaugrana y amante del fútbol en general, sospechaba que el viento traería un aroma de gloria al Camp Nou.
Charla pasada, al igual que el viento, y descubrimos que no ha traído un aroma; sino un brutal huracán que en su primer año arrasó con todos los trofeos y que de ahí en adelante cubre toda Europa teniendo su ojo en el Santiago Bernabéu, donde todavía no tenemos idea de cómo hacerle frente (o al menos de cómo resguardarnos bien, si es que se puede).
Y es que resulta titánica cualquier medida contra el Barcelona. Consecuencia de luchar contra un equipo que hace arte con la pelota. Sonará repetido, pero es que la comparación de su estilo con la poesía es fantástica. El verso, la prosa, puede variar de ritmo, parecer inoperante cuando realmente cada palabra te está guiando hacia un destino, un hecho, una imagen que creías no aparecería nunca debido a la aparente inoperancia de la palabra. La poesía también puede ser dinamismo puro, vértigo; la invocación de imagen tras imagen, la representación de placer tras placer.
Los aspectos mencionados, en el campo, tienen como estribo a Xavi e Iniesta, intérpretes del ideario de Pep Guardiola; futbolistas capaces de notar lo inadvertido, de imaginar lo impensado y, con sólo un destello de inspiración, generar un caos fantástico con el respaldo de otros nueve jugadores de supremo talento. Es así como, al momento de acoplarse todos, sus virtudes se potencian, y los problemas se disimulan o ignoran; hay un punto donde realmente no importan. Simplemente se disfruta de la misma forma que una buena charla, que una sonrisa que cambia dinámicas: admirándole, dedicandole todos los sentidos y agradeciendo su existencia.
Ante esto, el consuelo de los merengues es entender que el Barcelona recorrió los caminos que actualmente nosotros surcamos, sin una idea clara ni tiempo para que surja alguna. No queda más que tener paciencia y creer en que, por fin, con estos chicos y Mourinho, tendremos una plantilla a la que se le dará suficiente tiempo de trabajo en procura de su desarrollo. Mientras…, por una cuestión de caballerosidad y valentía, hay que aplaudir al rival; aunque por la mente se cruce cualquier vulgaridad y yo recuerde que esta temporada, junto a mi orgullo, he puesto en juego un almuerzo con mi amigo culé.
Hace ya algo de tiempo terminó el Mundial, marchándose esa atmosfera “todo fútbol” encantadora, dejando un vacio en distintas dinámicas. Más o menos desde ese tiempo he querido retomar el teclado, pero nada de lo pensado servía de estribo para la reconciliación mente-dedos-ordenador. Tal conflicto, de momento, también se marchó.
Al faltar la sustancia fútbol en determinados países, nada nos entretiene más que los mercados de fichajes, donde podemos presenciar todas las sensaciones que un partido ofrece; desde alegría, pasando por el fastidio, hasta llegar, en algunos casos, a la frustración. Tópicos suficientes para sospechar el éxito o fracaso del equipo admirado. Es aquí donde la ilusión y el desencanto toman por asalto los escenarios. La primera, tan mágica como peligrosa, se ha posado sobre el escudo Vinotinto.
Pienso y creo en ello por las siguientes razones, principalmente: lo activo que ha estado el mercado de fichajes para muchos equipos y la confianza que supone a Brasil como el lugar donde debutaremos en un Mundial de mayores. Esta es la parte mágica de la ilusión, el saber que pueden venir buenos momentos; la parte peligrosa es que la forma de llegar a ellos, es trabajando de la mejor manera posible. Ahí el reto... y al abismo.
Reto porque la existencia de plantillas reforzadas permite pensar en mejores equipos y en que esto supondrá mejorías en la relación equipo-público. Lo último, también comprende y exige un esfuerzo más allá de las paredes del estadio: promoción, mercado del equipo... y es ahí donde el abismo se hace presente: sostener económicamente un conjunto, tanto fuera como dentro del rectángulo, con un contexto como el de Venezuela, es algo complejo y que requiere, junto a la ilusión, la suficiente valentía, al punto de arrogancia, para no bajar los brazos.
En el caso de la Vinotinto: el hecho de que haya fe en nuestra selección, representa que admitimos la existencia del material con el cual llegar. Nada más cierto. Lo que temo en caso de no asistir al Mundial, es que el fanático muchas veces comprende de hechos y no de procesos, de formas; con razón, muchos tomarán el papel de clientes insatisfechos con el producto y harán ruinas con jugadores, equipos, selección y, en definitiva, el fútbol venezolano.
Ante posibles atentados, un poco dramatizados, la mejor respuesta es entender y prevenir las consecuencias de los actos, procurar que Brasil nos vea debutar en el Mundial y que la base de la selección, el fútbol local, no dependa únicamente de las ilusiones patrocinadas por unos pocos; sino que sea un sistema funcionalista en donde la FVF, como cabeza de todo, no deje abandonado al resto del cuerpo.
Las esperanzas se centran en trabajar, mucho y bien. La ilusión es la base de todo, pero hay que saber respaldarla con hechos concretos que la hagan, más que una idea esperanzadora, una realidad capaz de enamorar tanto a fanáticos como a clientes, fuerzas necesarias en la batalla.